Antes de ver esta introducción al comunismo #
(si es que no lo has leido ya)
Al fomentar la tendencia a la socialización del trabajo productivo, así como concentrar y centralizar el capital en cada vez menos manos, el capitalismo crea cada vez más sujetos (proletarios) con un interés objetivo en derrocar el régimen de propiedad existente y el sistema político que lo defiende y gestiona. La tendencia a la socialización de la producción es patente en nuestro país, como se ve, por ejemplo, con la introducción masiva de mano de obra femenina a partir de la década de los 70, así como con la constante proletarización a la que se ve expuesta la pequeña burguesía. Por otra parte, la concentración y centralización del capital también es patente si se observa prácticamente cualquier sector de la economía española. Mientras que antes de la crisis de 2008 existían decenas de bancos y cajas con cierta relevancia, ahora sólo existen cuatro bancos que controlan la mayor parte de los activos: Santander, BBVA, Caixabank-Bankia y Banco Sabadell.
Teniendo lo anterior en cuenta, el proletariado, cada vez más numeroso, tiene un interés objetivo en que todo el producto social que produce sea utilizado para el beneficio del proletariado en su conjunto, y no para el beneficio de los burgueses, que se apropian de la riqueza derivada del trabajo ajeno. A este sistema económico-político donde la riqueza producida se pone al servicio y beneficio de los propios productores lo denominamos socialismo-comunismo.
El comunismo implica la socialización de los medios de producción, el poder asociado de los productores (control y gestión planificada de la producción y de la vida social general), la extinción del Estado, la extinción de las diferencias nacionales, la abolición del trabajo asalariado y del dinero como medio de pago y circulación y, en definitiva, la consecución de nuestro principio último: “De cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”.