Tras haber hecho un breve repaso de nuestra historia, pasemos a preguntarnos qué es el marxismo. El marxismo bebe, principalmente, de tres fuentes teóricas: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo y comunismo utópico. No obstante, debemos evitar establecer «departamentos» en el marxismo. Para estudiarlo, sobre todo cuando nos estamos iniciando en él, solemos dividirlo por partes: filosofía, economía política, teoría de la revolución, etc. Pero esta «fragmentación», que sirve a un fin fundamentalmente pedagógico, nunca debe interpretarse como que el marxismo es una suma de partes que pueden existir de forma aislada.
Lejos de eso, aquellas propuestas filosóficas, teóricas y políticas eran reflejo de una práctica social histórica que el marxismo sintetiza en una visión del mundo total y científica. Por eso los marxistas hablamos de que nuestra comprensión del mundo es una «cosmovisión», porque la realidad no se puede reducir a trozos que puedan explicarse por sí solos, fragmentados. Es decir, que la economía no se explica solo por la economía, que la evolución política de las sociedades no depende solo de los políticos y sus acciones, ni de las ideas políticas, etc. Los marxistas decimos que cada dimensión de la realidad material sólo puede comprenderse en relación con el resto de dimensiones de la realidad. Que la realidad configura una totalidad orgánica e indisoluble donde las distintas «esferas» son momentos de su movimiento e interconexión. Por ejemplo, las transformaciones políticas de las sociedades están determinadas por las relaciones económicas subyacentes.
Como ejemplo de esto último, podemos decir que no se comprenderá correctamente la sociedad capitalista si creemos que sus relaciones económicas y políticas son naturales y siempre han estado ahí; en cambio, acertaremos si la concebimos como un tipo de formación socioeconómica que no sólo no ha existido siempre, sino que tampoco ha existido con las mismas características en todo su tiempo de vida. El gran aporte de Marx y Engels, en este sentido, fue incorporar el elemento histórico al estudio de las sociedades humanas.