La naturaleza del estado #
Antes de continuar, detengámonos en la teoría marxista del Estado. Para nosotros, el Estado no es un ente neutral situado por encima de la sociedad. No es ajeno ni a las clases sociales ni a su lucha. Es, en cambio, un aparato de dominación. Su función no es velar por los intereses de todos los «ciudadanos», sino asegurar, como aparato político, la dominación de la clase en el poder. Así, mediante la generación de consensos político-ideológicos o mediante la represión directa (el ejército y la policía son sus brazos fundamentales) garantiza la continuidad del estado de cosas. A nadie se le escapa que dentro de las sociedades actuales existe todo un aparato administrativo, dependiente del Estado, que cumple funciones cotidianas; inocentes, al menos, aparentemente. Pero ni esto ni el papel del Estado en ciertos momentos históricos del capitalismo en algunos países bajo gestión socialdemócrata deben llevarnos a error. Su función última siempre ha sido y será garantizar la dominación de clase de la burguesía. En términos universales, todo Estado es un aparato de dominación de una clase sobre otra. Cuando surgen conflictos sociales vemos cómo su naturaleza se hace evidente, reprimiendo a la clase obrera y a cualquiera que desafíe la dominación existente. De hecho, Marx y Engels explican de la siguiente manera su origen como «producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase». No siempre y en todas las sociedades ha existido un Estado. Este «surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones pueden, objetivamente, conciliarse»1. Es en este sentido en el que los comunistas hablamos de una dictadura de la burguesía: todo Estado es dictadura para una clase y democracia para otra, el Estado capitalista es democracia para la burguesía y dictadura contra el proletariado.
Al reconocer esta naturaleza del Estado y la dictadura de clase que ejerce, es fácil caer en algunos errores interpretativos. El más común es entender a la burguesía como una clase social completamente homogénea, con intereses únicos y, además, plenamente consciente. Esta consideración puede dar pie a sostener teorías erróneas en las que un pequeño grupo de personas dictaminan, conspirando, el orden mundial. Esto es absurdo a todas luces. Por el contrario, al igual que ocurre en el seno de toda clase social, existen facciones y pugnas internas. Hay un interés objetivo común a toda la burguesía, sí, pero a su vez hay una pelea interna constante por el «reparto del pastel». En esta tesitura, el Estado burgués vela por la dominación de toda la burguesía o, mejor dicho, por el correcto desenvolvimiento del conjunto de la sociedad burguesa, gestionando para tratar de asegurar la continuidad a largo plazo del régimen social. Esto implica que a veces se favorece a unas facciones de la burguesía, otras veces a otras, e incluso puede que imponga caminos que a priori no favorecen en específico a ninguna de ellas pero que garantizan la dominación capitalista general. La manera en que debemos entender la fórmula de que el Estado es un aparato de dominación de una clase sobre otra es atendiendo al carácter dialéctico de la realidad: sin vulgarizar la complejidad del mundo real ni caer en lecturas mecanicistas que carecen de valor analítico. Entendiendo, también, que el Estado burgués, aunque poderoso, tampoco es un ser omnisciente y omnipotente. Puede «fallar» en sus tareas o verse comprometido por la volatilidad política en determinados momentos.
La dictadura del proletariado #
En esta misma línea es en la que los comunistas hablamos de dictadura del proletariado. Tras la revolución, los trabajadores abolen el Estado burgués, pero, a su vez, construyen el Estado proletario. La función de este nuevo Estado es homóloga: la dominación de clase. Sin embargo, en este caso, la dominación es la del proletariado sobre la burguesía; democraciapara los trabajadores y dictadura para los burgueses. El Estado proletario vela por implantar las medidas pertinentes para la transición revolucionaria al comunismo, lo que implica, a su vez, hacer frente a la reacción de la burguesía, que peleará por recuperar su poder a toda costa, sea la burguesía nacional o la burguesía internacional. Cuando satisface estos objetivos, es decir, cuando se construye la sociedad comunista, sin clases sociales, el Estado proletario pierde su función. Si no hay clases sociales, no hay dominación de clase que ejercer. Es así como se extinguen las condiciones materiales por las que debía haber Estado proletario y, con ello, el Estado debe extinguirse también. Tras desaparecer todo Estado, cosa que solo puede darse por la transformación de las condiciones materiales y no por la mera abolición voluntaria, queda tan solo lo que Marx llamaba la «administración de las cosas», es decir, todas las tareas de toma de decisiones, planificación, gestión, ejecución, etc., del día a día de la sociedad. Esta administración no queda ya en manos de una élite separada del pueblo, sino que es ejercida por el conjunto de la población. Las instituciones administrativas pasan a ser meras corporaciones de trabajo.
Para profundizar #
Lecturas #
Artículos #
Notas
- Son palabras de Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado) que cita Lenin en su obra El Estado y la revolución.