Centralidad y democracia #
El centralismo democrático constituye la fusión de centralismo y democracia. El centralismo implica que el Partido se construye como un todo desde el centro político; es decir, no es una agregación o coordinación de estructuras a distintos niveles, sino un sistema único que actúa de forma homogénea y en el que los organismos inferiores se subordinan a los superiores. La democracia supone que los organismos superiores y los acuerdos que rigen su actividad son siempre elegidos colectivamente.
Veamos esto más concretamente: la línea política para un determinado periodo la marca el congreso, en el que está representado, a través de los delegados elegidos, el conjunto de las organizaciones de base del Partido. De él no solo emanan unos documentos que rigen el trabajo político del conjunto de la organización; emana también una dirección central que dirige, en el periodo entre congresos, para garantizar el cumplimiento de los acuerdos colectivos congresuales.
El centralismo democrático no es la conjunción conflictiva de dos conceptos que se repelen; lejos de eso, es la fusión de dos realidades que solo se pueden desarrollar plenamente para la preparación de la revolución si se las concibe como una unidad.
La centralidad se constituye sobre la base del carácter colectivo y democrático del proyecto revolucionario, toda dirección es elegida a través de un proceso democrático; pero a su vez estas direcciones garantizan que todas las organizaciones y militantes aplican los acuerdos establecidos en dicho proceso democrático. Desde otros modelos organizativos, horizontales o asamblearios, se acusa a veces a los comunistas de falta de democracia por la existencia de una estructuración «jerárquica» o por falta de debate interno. Sin embargo, como ya hemos visto, esto es falso. La centralidad es una forma de garantizar la democracia, y la democracia base sobre la que se constituye la centralidad. Lo que se busca es la subordinación de la minoría a la mayoría, la garantía del gobierno colectivo, la máxima unidad.
Continuemos viendo esto en la práctica: las direcciones, elegidas para garantizar el cumplimiento de los acuerdos congresuales (o conferenciales), elaboran a lo largo de su periodo de mandato documentos y directrices que concretan, desarrollan y efectúan las líneas políticas establecidas en el congreso. Estas son aplicadas por los organismos inferiores a su realidad concreta, garantizando así la unidad de acción y la mayor efectividad sobre los entornos de masas. Pero las direcciones están obligadas, a su vez, a demostrar y garantizar el grado de cumplimiento de los acuerdos congresuales a través de la rendición de cuentas periódica del trabajo realizado. Las rendiciones de cuentas refuerzan la legitimidad del centralismo y la confianza democrática: los órganos superiores informan periódicamente a órganos inferiores del trabajo realizado, las decisiones tomadas, cambios producidos en la composición del órgano, etc. Las rendiciones de cuentas implican una labor de crítica y autocrítica, que trataremos más adelante. Como decía Álvaro Cunhal, «la rendición de cuentas es expresión de la conciencia de que la actividad de cada uno es parte integrante e indisociable de la actividad de todos»1.
El centralismo democrático plantea vías de comunicación arriba a abajo, pero también de abajo a arriba. Por un lado, las directrices de órganos superiores sirven para dirigir y orientar el trabajo de los órganos inferiores, mientras que la información o las reflexiones que estos elevan a los órganos superiores sobre el trabajo realizado, así como sobre las particularidades de las realidades en las que intervienen, sirven a aquellos para poder elaborar una política general correcta.
Debate interno y unidad de acción #
De igual manera, internamente se fomenta el debate pero siempre sobre los marcos esenciales del marxismo-leninismo, en primer lugar, y de los acuerdos congresuales, en segundo. Esto implica que las posturas adoptadas colectivamente resultan superiores a las opiniones o posiciones de cada individuo. En los periodos abiertos de debate interno, se permite y fomenta toda discusión siempre que se dé desde el comunismo científico y la honestidad camaraderil. Este debate colectivo fortalece nuestra posición ideológica, arma teórica y políticamente al Partido.
Lo anterior nos lleva a dos cuestiones: la primera, en el Partido todo debate y acuerdo es colectivo, ninguna organización puede actuar autónomamente incumpliendo el mandato colectivo. El liberalismo y «democratismo» de otros modelos organizativos lleva a que las disconformidades de alguna minoría puedan colisionar o empantanar los debates y la ejecución de acuerdos. Y esto nos lleva a la segunda cuestión: el Partido es una organización de combate, no un club de debate; sus debates y deliberaciones buscan elevar y desarrollar la teoría para incidir con más acierto en la práctica revolucionaria, en la preparación y consecución de la revolución. Por eso los comunistas damos los debates a lo interno y después, a lo externo, una vez acordada la posición mayoritaria, actuamos en una misma línea. De otro modo, como vemos constantemente en otros proyectos políticos, tienen cabida las «familias» o los proyectos individualistas de personas que no se pliegan a los acuerdos de la mayoría. Un funcionamiento así dificultaría la acción colectiva y unitaria, lo cual resultaría en acciones y actitudes corrosivas para el combate contra el enemigo de clase.
Flexibilidad y adaptación a la lucha de clases #
Por último, como podemos ver con el ejemplo anterior, el Partido tiene un sistema pensado para el cumplimiento de su función como partido de la revolución. Esto implica que el Partido se dota de un método interno que le otorga el grado de flexibilidad necesario para adaptarse en cada momento a la situación de la lucha de clases; es aquello que decíamos antes de luchar en todas las condiciones. Esto implica que dependiendo del contexto es posible que se amplíen las fronteras de lo democrático o que se refuerce la centralidad: no es lo mismo un proceso de debate congresual prolongado durante meses, donde se da el máximo grado de debate colectivo, que una participación en un piquete, en la que habrá un responsable que en un determinado momento quizá se vea obligado a tomar una decisión unilateralmente (de la que rendirá cuentas a posteriori); de igual manera no es lo mismo la acción del Partido en un periodo de ciertas libertades formales que en un periodo de clandestinidad. La fisonomía del Partido tiene la capacidad de adaptarse a las exigencias que impone la lucha de clases para no cejar jamás de desarrollar sus tareas.
En esta línea conviene situar una última reflexión que ya se apuntaba en el capítulo anterior: la estructuración por niveles del Partido responde también a una progresiva concreción sobre realidades de intervención territoriales y sectoriales llegando hasta las organizaciones de base, donde se cristaliza la unidad directa del Partido con las masas. El método del Partido está también pensado para ser más incisivo en su labor de intervención y organización de las masas obreras y populares.
Todo lo anterior nos sirve para ilustrar bien los fundamentos y el sentido de nuestra forma de organización así como para desarticular las críticas que generalmente recibimos por parte de otras corrientes ideológicas. El centralismo democrático es un mecanismo que garantiza el combate contra el capitalismo y, a su vez, una forma de relacionarnos y actuar superior, expresión de una nueva forma de entender la vida que se transformará en intuición del conjunto de las masas con la llegada del poder obrero. En los siguientes puntos vamos a ver todo esto mucho más detallado y concretado en la realidad particular de la lucha de clases contemporánea en España.
Los principios del centralismo democrático #
- Principio de unidad: toda la organización funciona como un solo puño para golpear a nuestro enemigo de clase. La diversidad de opiniones se transforma en unidad de acción al finalizar la discusión interna. Por lo tanto, todo camarada, al asumir el compromiso militante, acepta pasar a defender siempre y en todos los ámbitos la posición del Partido, tanto si a nivel individual está de acuerdo como si no, pues la posición colectiva constituye una superación de las opiniones individuales por separado. No existe división alguna entre ámbitos públicos y privados; el comunista pasa a ser una herramienta de transmisión de la posición política y los valores del Partido y los representa allá donde va.
- Principio de dirección colectiva: Los militantes en su conjunto son responsables, por su participación activa, del desarrollo de la organización. Cada militante participa en una organización de base y puede participar en otros órganos o grupos de trabajo según se considere. Un militante no puede ser pasivo; debe estar informado y formado sobre el funcionamiento y la acción de la organización, participando en los órganos de los que forma parte y buscando siempre tratar de mejorar y aportar al devenir del conjunto de la organización. Los análisis, las conclusiones y las decisiones deben ser, en la mayor medida posible, fruto de una elaboración colectiva, y los órganos siempre estarán abiertos a la participación y las aportaciones de los militantes.
- Principio de crítica y autocrítica: debemos hacer un esfuerzo permanente de análisis de las decisiones ejecutadas y sus consecuencias, así como del trabajo realizado por militantes, responsables y órganos. Es muy importante entender el carácter y el objetivo de las críticas y las autocríticas: la crítica no es un castigo o sentencia al camarada en cuestión que haya cometido un fallo, ni la autocrítica consiste en la humillación o la penitencia cuando es uno quien se equivoca. La organización comunista trata de detectar los errores, encontrar las razones que nos han llevado a no actuar correctamente para evitar repetirlos en el futuro. La crítica y la autocrítica, por su carácter superador y constructivo, no pueden nunca asumirse de forma retórica, sin interiorizar y reflexionar acerca de los errores y sus propuestas de mejora. De lo contrario, pierden su utilidad y quedan reducidas a una mera formalidad.
- Principio de la disciplina consciente: la disciplina en el Partido y de cada militante es un valor fundamental para el cumplimiento de los objetivos de trabajo. Se trata de realizar las tareas en tiempo y forma, de asumir las directrices, de actuar con diligencia; el militante asume la responsabilidad de cumplir con sus tareas, pues siempre forman parte de planes de trabajo colectivos, por lo que el cumplimiento individual es garantía de un buen funcionamiento de la organización, y viceversa. No obstante, no se trata de una disciplina de tipo militar, esto es, ciega, basada en la mera obediencia a órganos superiores y los camara- das que forman parte de estos; bien al contrario, se trata de una disciplina consciente, que implica y requiere la comprensión de las tareas y sus porqués por parte del militante.
Todo militante es un miembro activo de la Juventud Comunista y, como tal, además de disfrutar de una serie de derechos, asume una serie de obligaciones: debe comprender y poner en práctica los principios enumerados anteriormente y debe estar encuadrado en una organización de base de los CJC, lo cual implica acudir a reuniones, desarrollar trabajo práctico, formarse teóricamente y pagar una cuota mensual que contribuye al sostenimiento financiero de la organización.
Notas
- Un Partido con paredes de cristal, Álvaro Cunhal, 1986