El nacimiento del PCE #
En España, el 16 de diciembre de 1919, concluía un Congreso extraordinario del PSOE en el que se había dado un intenso debate sobre si permanecer en la II Internacional o adherirse a la Komintern (denominación en ruso de la Internacional Comunista). La decisión quedó pospuesta para después del Congreso de Ginebra de la II Internacional.
La dirección de la Federación de Juventudes Socialistas, sin embargo, decidió no esperar y, como ejemplo de audacia frente a las dudas y dilaciones en el PSOE, acordó en su V Congreso, celebrado también en diciembre de 1919, adherirse a la III Internacional. Unos meses después, el 15 de abril de 1920, se reunió el Comité Nacional de las Juventudes Socialistas en la Casa del Pueblo de Madrid con un solo punto en el orden del día: «Necesidad de transformar la Juventud Socialista en Partido Comunista». Así nació el Partido Comunista Español, bautizado por sus adversarios como el «Partido de los cien niños». Tan pronto como el Partido nació, se constituyó como sección española de la Internacional Comunista y creó El Comunista, primer órgano de prensa del Partido Comunista Español.
En un segundo Congreso extraordinario, celebrado en junio de 1920, la mayoría del PSOE acordó adherirse a la III Internacional aunque de forma provisional, a la espera de las conclusiones que arrojase el viaje de una delegación del PSOE a Moscú. El 18 de octubre de 1920, llegó la delegación integrada por Daniel Anguiano y Fernando de los Ríos.
A su vuelta a España, Anguiano defenderá la integración del PSOE en la III Internacional, mientras que Fernando de los Ríos suma sus fuerzas a Pablo Iglesias, Largo Caballero y Besteiro en contra de la adhesión. A los pocos meses, en el tercer Congreso extraordinario, celebrado entre el 9 y el 13 de abril de 1921, la mayoría del PSOE acordó rechazar las mencionadas veintiuna condiciones de la IC, rechazando así su ingreso en la Komintern y decidiendo ingresar en la denominada Internacional Dos y Media1, o Internacional de Viena, fundada en dicha ciudad en febrero de 1921. Los delegados que votaron por la adhesión a la III Internacional, los llamados «terceristas», abandonaron el Congreso y se trasladaron a los locales de la «Escuela Nueva», donde constituyeron el Partido Comunista Obrero Español (PCOE). Así nació el segundo partido comunista en España, adherido también a la III Internacional, cuyo primer órgano de expresión será La Guerra Social, al que pronto sucederá La Antorcha.
El último capítulo del proceso de deslinde de campos en lo organizativo, en lo político y en lo ideológico ocurrirá apenas unos días después: el 16 de abril de 1921, el congreso de la nueva Federación Nacional de Juventudes Socialistas, que había sido creada después de que la anterior se hubiera transformado en el Partido Comunista Español, aprobó ingresar en el Partido Comunista Obrero Español y desvincularse del PSOE. Estos jóvenes pasaron a constituirse como Federación de Juventudes Comunistas, adherida a la Internacional Juvenil Comunista, que había sido fundada el 20 de noviembre de 1919.
Las condiciones de la III Internacional imponían la existencia de un solo partido comunista en cada país. De esta forma, la conferencia de fusión de los dos partidos comunistas se celebró en Madrid entre el 7 y el 14 de noviembre de 1921. Con la fusión oficial del Partido Comunista Español y el Partido Comunista Obrero Español, quedó constituido definitivamente el Partido Comunista de España (sección española de la Internacional Comunista). El órgano de prensa del nuevo partido se publicó bajo el nombre de La Antorcha, y su primer Secretario General fue Rafael Millá. Las respectivas organizaciones juveniles también se fusionaron, semanas des- pués, en la Unión de Juventudes Comunistas (UJC), sección española de la Internacional Juvenil Comunista. Su primer Secretario General sería Tiburcio Pico y su órgano de expresión El Joven Comunista.
Con todo ello, tras unos años de debate, clarificación y deslindes, quedaban finalmente fundados el PCE y la UJC, que actuarían, ahora sí, con continuidad. La clase obrera española contaba ya con su Partido, el partido para organizar la revolución.
El PCE en la dictadura de Primo de Rivera #
La primera etapa de la organización comunista, entre 1921 y 1923, estuvo marcada por la política de la Komintern del frente único: «el poder del capital sólo podrá ser destruido si la idea del comunismo se convierte en una fuerza que estimule a la gran mayoría del proletariado guiado por los partidos de masas comunistas, quienes deben constituir un círculo de hierro de la clase proletaria combatiente. “¡Hacia las masas!”, ese es el primer grito de combate lanzado por el III Congreso de los comunistas de todos los países»2. Las derrotas experimentadas en las oleadas revolucionarias tras la I Guerra Mundial, la recomposición relativa del poder burgués y la multiplicación de los partidos comunistas por todo el mundo obligaban a que se remarcase la necesidad de la dirección efectiva de las masas, lo que exigía de un trabajo paciente y sostenido de acumulación de fuerzas y avance de posiciones para la conformación de una amplia alianza social bajo hegemonía proletaria.
Sin embargo, los primeros años del Partido y la Juventud en España, hasta la llegada de la II República, fueron años de crisis internas y represión, en los que resultó difícil que el Partido alcanzara altos niveles de influencia y organización entre las masas. El PCE y la UJC fueron ilegalizados y pasaron a la clandestinidad con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera en 1923, ante la que mostraron una oposición frontal. Mientras tanto, otras organizaciones, como el PSOE y la UGT, se mantuvieron legales al aceptar la neutralidad que el dictador quería de las organizaciones políticas. Algunos dirigentes del PSOE colaboraron abiertamente con el régimen; es el caso, por ejemplo, de Largo Caballero, que llegó a ser Consejero de Estado. El PCE, en tanto que partido leninista, se mantuvo siempre dispuesto a luchar en todas las condiciones.
La II República y el Frente Popular #
La llegada de la II República (que implicaba una reorganización del poder de la clase dominante en la que los sectores más dinámicos de la misma buscaban homologar el capitalismo español a los países más avanzados) coincidió con un periodo de inestabilidad en la dirección del PCE que acabó con la expulsión de José Bullejos (que había sido reelegido como Secretario General tras el IV Congreso de marzo de 1932) y otros dirigentes en octubre de 1932. En septiembre se designa como nuevo Secretario General a José Díaz, encargado de recomponer un Partido que se encontraba en una situación muy precaria tras el periodo de clandestinidad. En ese contexto de discusión interna, accede a la secretaría general de la UJC Jesús Rozado. Dos años más tarde se celebra el II Congreso de la UJCE, en el que se reelige a Jesús Rozado, que finalmente sería sustituido ese mismo año por Trifón Medrano.
El Partido corrigió algunos errores sectarios e izquierdistas que caracterizaron la etapa anterior, intensificó su actividad entre las masas obreras y populares y fue aumentando pro gresivamente su influencia y capacidad de dirección. Paralelamente, los efectos de la crisis de 1929 se hacían palpables en España en 1932 y 1933. En la oleada de luchas que esto generó (la huelga en Sevilla de 1931, la huelga general de enero de 1932, las ocupaciones de fincas en 1933, etc.) el Partido tuvo un papel creciente. Especial relevancia tuvo la insurrección de Octubre de 1934 en Asturias, en la que el proletariado llegó a ejercer el poder en casi toda la cuenca minera y buena parte de Oviedo. En dicha insurrección, las Alianzas Obreras y Campesinas, órganos actuantes del frente único, formulación organizativa de la alianza social de la clase y los sectores populares, tuvieron un papel esencial. La insurrección asturiana sería, sin embargo, brutalmente reprimida por el Gobierno republicano, estando al frente de dicha represión el general Francisco Franco. Entre las víctimas del proletariado asturiano estuvo Aida Lafuente3, ejemplo de valor y abnegación de los jóvenes comunistas.
La represión de la revolución asturiana se enmarca dentro del periodo conocido como el «Bienio Negro», un periodo de ofensiva de la reacción que provocó el encarcelamiento de más de 30.000 presos políticos. El PCE cumplió un importante papel en la ayuda a los presos y sus familiares, haciendo un intenso trabajo político por la amnistía.
Crecía en España, como en el resto del mundo, la amenaza de la reacción y el fascismo. Mussolini había llegado al poder en 1922 en Italia y Adolf Hitler en 1933 en Alemania. Este contexto llevó a un cambio de estrategia de la Internacional Comunista en su VII Congreso: la política del frente popular. Las tesis de este Congreso y su desarrollo posterior erraron al no ligar acertadamente la lucha contra el fascismo con la lucha por el poder obrero, defendiendo la colaboración con los partidos socialistas y otros partidos burgueses «democráticos» y desplazando así la lucha por el socialismo-comunismo a un segundo plano.
Esta fórmula contra el fascismo cobró especial relevancia en España: en febrero de 1936 ganó las elecciones el Frente Popular. Sectores de la clase dominante respondieron a este triunfo a través del golpe de Estado de julio de 1936. Contaban con el explícito respaldo de las potencias nazi-fascistas y con la complicidad de las potencias capitalistas «democráticas», temerosas de la fuerza que venía demostrando la clase obrera de España.
El PCE durante la Guerra Nacional-Revolucionaria y la lucha internacional contra el fascismo #
El golpe de Estado, frustrado por el levantamiento popular y la acción de las milicias, derivó en guerra, en guerra nacional-revolucionaria. La clase obrera y el pueblo español pasaron a combatir al fascismo y la intervención extranjera bajo el lema «¡No pasarán!». El Partido Comunista se movilizaría y volcaría todos los esfuerzos en desarrollar los aspectos económicos y sociales para lo que se convirtió en una guerra total, en la antesala de la II Guerra Mundial.
La República recibiría especialmente el apoyo de la URSS y la llegada del mayor ejemplo de internacionalismo proletario: las Brigadas Internacionales, organizadas por la III Internacional y compuestas por voluntarios de todas las partes del mundo. Hasta 30.000 brigadistas vinieron a combatir el fascismo a España. Esta cifra es, no obstante, también representativa del desigual apoyo internacional a los respectivos bandos, ya que los regímenes fascistas (Italia y Alemania) ayudaron al bando reaccionario haciendo llegar hasta 300.000 combatientes. El resto de potencias capitalistas democrático-burguesas se mantuvieron en la postura de no intervención, que significaba de facto dejar las manos libres a la barbarie fascista.
Esas milicias populares que sirvieron como primera fuerza de choque contra el éxito del golpe se acabaron organizando como Ejército Popular. El Quinto Regimiento, conformado, en buena medida, por militantes del PCE y las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU)4, fue su destacamento más avanzado, creado a partir de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) que se habían constituido en 1933 como cuerpo de protección militante y antifascista.
Se creó una industria de guerra y la agricultura sufrió una redistribución para suministrar a la población y al ejército. Se dotó a la población de una educación y una formación a través de procesos de alfabetización, instrucción cultural y formación militar. Las Milicias de la Cultura hicieron que más de 200.000 milicianos aprendiesen a leer. Se formaron los Institutos para Obreros, sistemas de garantía de la educación y colonias infantiles para proteger a la infancia. Además de la participación en la Exposición Internacional de París en 1937, la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura celebró su II Congreso en España, redoblando sus esfuerzos por ligar a los sectores intelectuales con la lucha popular contra el fascismo. En definitiva, todos los sectores del pueblo trabajador pasaron a jugar un papel activo para combatir al fascismo, todas las fuerzas físicas e intelectuales de las masas obreras y populares se conjugaron para combatir a la barbarie que representaba el bando sublevado, pero también para mejorar las condiciones de vida del pueblo.
En esta movilización de fuerzas tuvo el PCE un papel muy destacado. Su influencia se vio enormemente acrecentada durante la guerra, llegando a tener más de 300.000 militantes en sus filas que estuvieron en primera línea en los más importantes frentes de batalla de la guerra. A pesar de esto, de lo correcto de su política militar y del enorme ejemplo de audacia y heroísmo demostrado por miles de militantes comunistas en la lucha contra el fascismo en suelo español, la política frentepopulista impidió una acertada ligazón de la lucha armada antifascista con la cuestión del poder. En la España republicana la burguesía logró mantener el poder en condiciones de guerra y la perspectiva comunista no acertó a situar adecuadamente una estrategia para cambiar la clase en el poder.
Fue la burguesía republicana la que acabó aislando al PCE en los últimos compases de la guerra, con el apoyo en el seno del movimiento obrero de socialistas, trotskistas y anarquistas, por la disposición de los comunistas a resistir hasta las últimas consecuencias y por el temor a una salida revolucionaria. El golpe de Estado del militar republicano Casado, en marzo de 1939 tuvo como consecuencias el final de la guerra y una brutal represión contra la militancia comunista. La Quinta Columna, fascistas organizados que habían quedado en suelo republicano, abrió las puertas de Madrid a las tropas franquistas; daba así comienzo la dictadura.
Posguerra y exilio: la lucha guerrillera y el partido del antifranquismo #
La dictadura franquista impuso una feroz política de represión y persecución contra el Partido Comunista, los principales líderes de los partidos del Frente Popular y los sindicatos obreros. La Ley de Responsabilidades Políticas de febrero de 1939 y la Causa General penaron a todo aquel y toda aquella que hubiera participado en la lucha antifascista o simplemente la hubiese apoyado.
La victoria de la reacción en España imponía la tarea de la reorganización de todo el trabajo revolucionario en absoluta clandestinidad. Con la dirección central dispersa y en el exilio, la militancia en el interior se centró en salvar la mayor cantidad de militantes posible, ayudar a los condenados a muerte y promover movimientos de solidaridad. A pesar de las enormes dificultades a las que debían enfrentarse, el Partido y su Juventud nunca dejaron de actuar, por eso se decía entre los trabajadores: «Al Partido no se le ve, pero se le siente». Elevar la moral de las masas y reorganizarlas era el primer paso necesario.
Al poco de finalizar la Guerra Nacional-Revolucionaria estalló la II Guerra Mundial, una nueva guerra imperialista por un nuevo reparto del mundo entre las potencias capitalistas. A pesar de la victoria antifascista de los pueblos, que permitió terminar de mostrar al mundo las atrocidades que cometió y que representaba el nazi-fascismo, la auto disolución de la Internacional Comunista en 1943 implicó un paso gigantesco hacia atrás.
Esto tuvo un serio impacto en la estrategia política del PCE, comenzando por la forma en que se condujo el desarrollo y repliegue de la guerrilla antifranquista. Muchos comunistas y antifascistas españoles, que habían participado en la resistencia francesa contra el nazismo, reorientaron su lucha, una vez derrotadas las fuerzas del Eje, hacia el combate contra el franquismo. En octubre de 1944 se produjo un intento de reconquistar territorio, y alentar con ello el levantamiento popular contra la dictadura, a través del Valle de Arán.
Sin embargo, el PCE fue abandonando progresivamente la idea de la lucha guerrillera a medida que orientaba cada vez más su acción hacia la «revolución democrática», con el objetivo de conquistar una república «antimonopolista y antilatifundista» que era concebida como una etapa intermedia entre el capitalismo y el socialismo-comunismo, lo que se denominó la política de la «Unión Nacional». Una política errática que fue sostenida hasta 1946. A pesar de ello y de la dura represión, la firmeza en la lucha convirtió al Partido en la principal —y durante muchos años, la única— fuerza de lucha antifranquista.
Para profundizar #
Artículos #
- La fundación del Partido Comunista y la Juventud (1921 – 2021) – Revista Juventud – Raúl M.T
- Héroes y vidas: Trifón Medrano – Revista Juventud – Enmakón B. V.
- Héroes y vidas: Aída Lafuente – Revista Juventud – Inés I.
- Héros y vidas: José Díaz Ramos – Revista Juventud – Pablo Domínguez
Notas
- Fundada en 1921 y disuelta en 1923, al fusionarse con la II Internacional, la Internacional de Viena fue una agrupación de partidos socialistas «centristas» que buscaban «una vía intermedia» entre la III Internacional y la II. En la práctica, su labor ayudaba a la clase capitalista al cultivar el espíritu de la indecisión en la clase obrera en plena escisión internacional entre el reformismo y las posiciones revolucionarias.
- Manifiesto del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Documentos del III Congreso de la Internacional Comunista, 1921
- Aida Lafuente es uno de los máximos referentes históricos de la Juventud Comunista. Aida, «La Rosa Roja de Asturias», fue una joven militante asesinada durante la insurrección de Octubre mientras resistía con las armas para proteger la retirada de las fuerzas revolucionarias ante la ofensiva de la Legión.
- Las Juventudes Socialistas Unificadas se fundaron en marzo de 1936 como resultado de la fusión de la Unión de Juventudes Comunistas de España y la Federación de Juventudes Socialistas. Esta unificación se producía en el marco de las políticas del VII Congreso de la IC de promoción de la unidad entre organizaciones socialistas y comunistas. Esta política ocasionó la pérdida de independencia de las organizaciones comunistas, facilitando el avance y desarrollo de posiciones oportunistas en su seno. A pesar de ello, los CJC reivindicamos como parte de nuestra herencia la heroica actuación de miles de militantes de las JSU durante la Guerra Nacional-Revolucionaria.